«Diálogos de banqueta»

Bitácora del estudio calle a calle-Barrio del Refugio.

Siguiendo una corazonada me inserté en la calle 20 poniente entre 5 y 3 norte del Barrio del Refugio, Puebla. Sin duda la misma limitación territorial del Barrio tiene una discordancia entre organismos federales, estatales y municipales, los cuales tampoco son congruentes con la concepción espacial que alguna vez a principios de marzo nos comentó el grupo Proyecto Fénix y jóvenes que habitan el barrio (Ariana Torres, Freddy, Gabriel Palacios etc.)

Debo comenzar con lote número 1 de poniente a oriente que corresponde como número oficial al 520. Dicha esquina (20 poniente y 3 norte) coincidía con un inmueble en parte vacío cuyo estado es altamente deteriorado (muros erosionados). Mi encuentro fue con lo que parecía el Mtro. albañil de la «reparación» de aquel muro, el cual me señaló que su «patrón»(el dueño) les había encargado reforzar el muro que daba hacia la 20 poniente ya que se estaba cayendo y podía lastimar a alguien y quería evitarse cualquier lío (no era un trabajo cuya intención era reparar por el bien de la imagen urbana, claro está). Dicho muro era de piedra de cantera mezclada con ladrillo (lo que estaban reparando era precisamente ponerle ladrillos y cemento). Sin duda le restaba toda la originalidad al muro, más por el bien de los transeúntes fue necesario.

El techo de aquel inmueble tuvo la suerte también de sólo contar con una breve parte de lámina cubriéndole. Aquel techo laminado coincidía con un local que renta para uso de una «hojalatería industrial». Cuyo responsable (el empleado) es un hombre de aproximadamente 27 años (olvidé preguntarle su nombre) al comenzar nuestra charla me indicaba que según tenía entendido tras trabajar 5 años en aquel local que sabía que las calles horizontales (20,22,24,26,28,30 poniente) eran pertenecientes al barrio del Refugio y las verticales (3,5,7,9 norte) correspondían a Santa Anita. En evidencia está que el papel que juega el límite territorial del barrio está perdido en el imaginario de aquel hombre.
Ya entrados en el diálogo tocamos el tema de «los puntos débiles del barrio», a lo que él se refirió como las bandas que aún quedan y que están compuestas por chicos de entre 18 y 25 años dedicándose en especial al robo. Argumentó que «si vas con tus audífonos por alguna de éstas calles, es muy probable que te los encuentres y te roben». A lo cual no negaría de acuerdo a una experiencia personal, no precisamente dentro del barrio pero si en una zona contigua (al fin y al cabo uno llega a ser víctima de la urbe). Puedo recalcar de las anotaciones que efectué cuando mencionó que desde su opinión lo que hacía mucha falta era denunciar, hacer de la denuncia un ejercicio ciudadano, de modo que la policía se percatara de donde se están cometiendo los atracos y así tuviera más presencia en la zona o algo pudiera hacer. La urgencia del barrio es la seguridad.

En fin justo frente a nosotros, en el frente poniente de la calle 3 norte había 2 hombres en principio sentados sobre un banco (que era más bien el peldaño de la entrada de lo que antiguamente era una casa (al parecer estaba deshabitada, por la condición de sus ventanas que estaban rotas y los candados en las puertas) a lo cual se presentó como un banco en donde comenzó una charla que ha quedado para mis memorias y en efecto para obtener información de provecho para el estudio.

Los 2 hombres eran: Don Álvaro y Don Bronco. El primero un señor de aproximadamente 55 -56 años de edad, lentes, test morena y poco cabello, el otro era un señor de test un tono más oscura cabello, bigote y ojos muy negros. Ambos antes de que los abordara, mantenían una vista sobre lo que iba y venía en la calle (3 norte) desde peatones (sobre todo mujeres) , autos (algunos los saludaban) así como también a las patrullas que pasaban.

Justo cuando les saludé (ya que el mismo empleado de la hojalatería me los señaló y sugirió) un señor más iba llegando, el cual resultó ser el más elocuente y más bajo de estatura también, de todos, Don Jaime. En cuanto les señalé sobre el estudio que estaba elaborando Don Jaime comenzó con lo que sería más bien un repertetorio de quejas hacia la autoridad y la forma de gobierno que imperaba no sólo en la ciudad si no a nivel federal. Muchas de sus quejas las sabía aterrizar en problemas concretos del barrio como lo es la inseguridad. Decía que los mismos policías eran incapaces de bajarse de sus patrullas en las calles del Refugio y que sólo pasaban y daban pitidos. Incluso mencionaba que la misma justicia había recibido «mordidas» por parte de las bandas y así no había mayores problemas entre ambos. El problema para aquel ciudadano era el sistema judicial.

También me comentó sobre algunas experiencias que les había sucedido a los 3 (al parecer llevan una amistad de muchos años) en dónde alguna vez los catearon unos judiciales que resultó más bien un robo, pues les quitaron sus carteras y despojaron de su dinero (en el 2008) a lo que yo pregunté ¿y por qué no los denunciaron? Entre risas respondieron que eso ni servía y que sólo les iba a generar de enemigos a los policías, «Y para qué quieres que ya nos tengan bien checaditos» mencionaba don Jaime.
Intentando finiquitar con aquella lista de experiencias empezamos a hablar de propuestas.
¿Qué harían si el gobierno les diera X cantidad de dinero para arreglar sus casas?
Su respuesta fue: ¡nos vamos! Nos vamos a vivir a otro lado. Lejos de todo este desmadre.

Sí, triste respuesta, en efecto el Barrio tiene muchas enfermedades que urgen que se les trate, pero el sentido de pertenencia del lugar es primordial, así como efecto dé.

Por su parte Don Álvaro denunciaba en su análisis que el barrio más bien ya había disminuido su ambiente de inseguridad, pero que aún habían bandas que se aventajaban de la fama peligrosa del barrio y por ello aunque no pertenecían al barrio iban y cometían robos en sus calles. (calles más de ellos que de los mismos habitantes al parecer) . Su propuesta era que deberían repavimentar, pintar las fachadas y hacer que la inseguridad terminara.

Don Bronco más bien era un señor que coreaba lo que decía tanto Don Jaime como Don Álvaro.
Entonces cuando Don Jaime sacó su lado urbanista (digo yo) y dejó por fin las quejas señaló que era necesario y vital terminar con las banditas que mucho daño le hacen al barrio.

Luego nuestra conversación se paró un momento y el empleado de don Jaime (de la hojalarería) nos llevó un refresco y unos vasos desdechables para que siguiéramos con la conversación (gesto amable del barrio 🙂 )

Cuando finalizó mi serie de preguntas me sugirieron: «Habla con Don Nava», el cual es un licenciado que vive en una manzana que según Catastro, no pertenece al barrio, pero que él había vivido toda su vida en esa casa. Entonces haciendo lo sugerido me dirigí a la casa de Don Nava, que más bien estaba a unos 6 metros del banco donde dialogaba con los señores.

Don Nava es un licenciado que decidió dejar de ejercer para trabajar en su negocio, el cual está ubicado precisamente sobre la calle 3 norte a la altura de la 20 poniente y el giro pertenece a la compra y venta de material de fierro y metal o bien de «chatarra» como él mismo lo define.

Entonces Don Nava, hombre de frente amplia aseguraba que el Barrio ha venido decayendo, ya que su padre (el fundador del negocio, el cual en 2013 cumple 80 años de servicio) y él habían notado como cada vez las vecindades se iban despoblando y que las únicas personas que las llegaban a habitar era gente muy humilde y de recursos económicos muy escasos. Según su punto de vista eran las rentas tan bajas lo que hacía que la gente se pudiera quedar a rentar. Hubo un tono y una mirada de desprecio cuando hablaba de la «gente» del barrio del Refugio, ya que según desde su punto de vista era gente sin educación y con muchas «mañas». Por tales motivos y por que comenzó una época en dónde las bandas eran cada vez más y más peligrosas, decidió mudarse y únicamente trabajar en el Barrio. 

Hablando de propuestas, Don Nava argumentaba que hacía falta dignificar el barrio, pintar también las fachadas, y sobre todo quitar las vecindades. Restaurarles para su punto de vista era inútil pues si las mismas personas iban a vivir ahí, poco a poco volvería su deterioro (parece que ha perdido la credibilidad en sus vecinos).

También me comentó que en su niñez recuerda bien que entre la calle 5 norte y la 22 poniente hace mucho tiempo (el hombre tendrá cerca de 45 años) había un sitio de carretas, el cual servía para alquilar alguna y utilizarla para transportar algo, y era acarreado por mulas. Con ese último relato Don Nava regresó a su trabajo. Y yo a mi recopilación de información.

Al volver a pasar por aquel banco donde dejé a Don Jaime, Don Nava y el muy callado pero coreador don Bronco  había un sujeto más. Cuando pasé a su lado les hice un gesto de que me había servido la información, y ellos me respondieron con otro. Y Don Jaime como era de esperarse me dijo: «entrevista a éste» señalando al nuevo hombre que se les había sumado a aquel banco.

Antes de comenzar a entrevistarlo Don Jaime me cuestionaba: ¿ya viste el nuevo restaurante que acaban de abrir? (haciendo referencia a un lote espectacular restaurado y convertido en restaurante  que al parecer lleva escasas 2 semanas funcionando) lo cual me asombró ya que contrasta con los demás inmuebles que pareciera que le abrazan con sus muros cual brazos pero evidentemente despintados, con grecas y más. Me dijo que hicieron una apuesta sobre la duración de aquel inmueble. Unos mencionan que en 15 días tronaba, otros que en 1 mes, otros que en 2 y así, al parecer juegan una apuesta verdadera.

¿Yo les pregunté que cómo lo veían? Don Bronco y Don Jaime concordaron en que no iba a durar mucho por que «aquí vive gente pobre y preferimos ir a comer a una fonda o a un mercado» Pero los otros dos, tanto Don Álvaro como Don Alberto, lo miraban diferente. 

Entonces Don Alberto hizo su aparición. Hombre de 40 años aproximadamente, con gorra y chaqueta de mezclilla argumentaba: «Ese tipo de cosas si sirve», de inmediato todos callaron y le pusieron atención.  Mencionaba que para restaurar aquella calle, era necesario generar más comercios, para que así la misma gente del barrio tuviera empleo y las familias comenzaran a tener una mejor vida. También que desde su punto de vista hacía falta poner grandes pancartas para que los vecinos se pusieran de acuerdo en muchas de las instancias que tenían que argumentar (¿hacia una organización vecinal?) Lo cierto es que Don Alberto tenía un punto de vista muy diferente el cual ayudó a recabar mucha información del estado de la calle. Minutos después, se sumó otro señor más Don Chucho, amigo también de los «Señores del Banco» y él mencionaba que tuvo que desalojar el antiguo inmueble  que corresponde ahora al nuevo restaurante. Pero a pesar de todo pudo encontrar rápidamente una nueva casa (cuarto) donde habitar con su familia. Y que precisamente está ubicada en donde está su trabajo (a la vuelta de la esquina).

En fin tras unas 4 horas de charla con todos estos habitantes del barrio, me di cuenta que en ese lapso de tiempo, transcurrieron por lo menos unas 100 personas, entre ellas jóvenes alumnos, madres y sus hijos, enamorados, familias, es decir, peatones de todo tipo. A lo que me llevó a reflexionar de que aún siendo un barrio peligroso, sigue siendo un barrio por el cual la gente pasa. (a pesar de la inseguridad, que por cierto pasaron también al rededor de 7 u 8 veces patrullas de policía estatal)

Los diálogos de la banqueta no terminan aquí, les sigue lo que pude conversar con los lotes del 512, 510,  208 y 506. Personas que hicieron cambiar mi percepción del barrio y sin duda enamorarme más de él.

Pd: en el círculo de la imagen se puede ver dónde surgieron los «diálogos de banqueta». Al rededor de las 12:00 pm a 4:15 pm.

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