Nunca

Tenía más de un mes que no le llamaba a  Margarita. Me obligó a no volver a mencionar el apodo que le inventamos cuando nos conocimos. No sé, parece que no le gustó al final.

Resultó que coincidimos en la estación del bus, cerca donde fue nuestro primer encuentro. Parecía desvelada, con ojeras tan grandes que tenía ganas de llevarla de inmediato a su casa a dormir.

Me preguntó sobre la vida y preferí mentirle, sin éxito.

Siempre sabe leerme la mente.

Le extraño. De verdad le extraño, parece ser otra mujer. Acordamos que el viernes nos olvidamos del mundo.

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