En este último día de los 28 años o 10, 591 días vividos el sabor de cada recuerdo está haciéndose presencia de poco en poco como hace 26 años. El primer recuerdo de la infancia que viví fue mi fiesta de dos años. En este evento me veía con el cabello largo, hasta los hombros, volteaba a mi alrededor y observaba las personas que estaban conmigo esperando que soplara la vela del pastel. Recuerdo a mi hermano Aldo, a mi primo Tulio, a Dani, Vreni a lo lejos y un bebé en manos de mamá, el pequeño Arnold. También otras personas que no logro recordar sus nombres estaban habitando ese momento.
Ahora todos somos adultos. Mis abuelas han dejado esta tierra así como papá. En algunos momentos del día me pongo a pensar en todo lo que extraño de él. Sus miradas, sus manos, sus palabras, su sabiduría, su tenacidad. Me haces un buen de falta pa’. Lo bueno de tener hermanas y hermanos es que puedes encontrar en los ojos o gestos de cada cuál a tu madre o a tu padre. Yo siempre que veo los ojos de Arnold puedo presenciar a papá. Algunas personas quizá se quedan en nuestros ojos.
Me preguntaba un pasajero del avión que compartimos de San Salvador para México sobre mis días vividos allá. Le decía que mucho de lo que soy se lo debo a incontables personas, lugares, comunidades, ambientes y ciudades. Parece que al final sí somos los lugares en los que hemos estado.
De mis últimos días he percibido mucho sosiego que de pronto me mantiene equilibrado, de pronto no.
Hoy nos dieron la noticia de que otra persona que es sumamente valiosa dentro del equipo ser va a iniciar un nuevo ciclo y me ha entrado una alegría explosiva seguida de melancolía alargada. A esta edad a uno le dura más la melancolía.
Hace poco retomé la comunicación con Itzel. No cabe duda que tal cual le conocí tiene en su semblante calidez y sobre todo un estado permanente de consciencia. Algo así como lo suele mencionar Pablo: «mantenerse valorando cada momento». No es un ejercicio tan fácil pero si usted quiere comenzar siempre ayuda prevalecer sintiendo las suelas de los zapatos y mover los dedos de los pies. Así uno se acuerda de lo terrenal y regresa de nuevo a la existencia.
De las ciudades ahora he aprendido a interpretarles mejor, ha leerlas de distintas formas, entre esas, a través de los ojos y los ademanes de las personas que describen sus espacios, sus lugares y sus experiencias en ellas. Es como leer el reflejo de esas ciudades mediante la dicción de quienes las cuentan.
Pero también me molesto y me entristezco constantemente. Los cambios para mejorar la vida de las personas parecen fáciles pero sí que son complejos. Más complejos se sienten cuando las comunidades no se miran como un solo organismo. Es como si un conglomerado de glóbulos rojos no se sintiera sangre. Y en vez de ello sangramos.
Los días también se han llenado de Danna y su incansable risa y manera de decirme «Tío». La verdad que disfruto cuando me llama y si está esa mención abrazada por su risa el corazón estalla.
Quizás los 28 años a resumidas cuentas venían a proponerme una tregua. Tregua de ritmo, tregua de consciencia, tregua de respiración.
Y yo la he aceptado. Al menos hasta hoy.