La finalidad de compartir tu vida con una persona, pienso, debe situarse en la capacidad de las personas en hacer aún más memorable su paso de tiempo en la vida. Que abrazarnos a los poemas, a las canciones y a las películas con quienes compartimos la vida debe tener, entre tantas otras cosas, permiso de nuestra alma para poder establecerse.
Ahí radica que alguien habite dentro de ti. Habitar desde el sentir es encontrar referencias por todos los rincones de la ciudad de su mirada, de sus gestos, de su ciencia, de su cultura y desde luego de sus andares. Cuándo alguien te habita es inevitable ponerse de pie por si solo, ese ritual conlleva consigo las fuerzas del sentimiento que yace en ti, no en forma dependiente, sí en forma atrayente.
Y es que habitar es llevar consigo un imán que nos provoca encontrarnos y desafía el tiempo o espacio para hacernos coincidir. Habitar significa luchar, seguir, contemplar y desempeñar un momento prolongado en los sentimientos de la otra o el otro.
Lo difícil de habitar son las medidas cautelosas que hay que tomar con las acciones .Uno es completamente responsable de lo que causa en las demás personas
Por eso uno puede sentir, emocionarse, extasiarse, deprimirse o reconstruirse por el otro ser, por que su grado de habitabilidad está ya tan insertado en nuestras venas y constituye gran parte del torrente sanguíneo que es real decir que se come, se bebe, se fuma, se inhala a esa persona.
De todos modos habitar es una cuestión, también, de carácter.