Apenas comenzaba a conocer y reconocer su esencia. Apenas creía que todo se nos había dado para compartir nuestras ganas de vivir. Apenas me daba cuenta que su presencia era mi hogar. Apenas terminamos de hablar sobre las cosas que nos tenían inquietos y esa noche de jueves sucedió.
Durante mucho tiempo había tenido conversaciones largas con Dios, en donde le manifestaba mis preocupaciones y le pedía que nos ayudara en todos los planos existentes para que el mundo encontrara paz. Apenas le había suplicado por una señal que alentara la paz inmediata entre nosotros.
Dios tiene sus formas de hacernos ver las cosas. A ella le he amado más que a cualquier otra pareja con la que he podido conservar una relación íntima. Aprecio mucho que haya pasado por mi vida y me haya enseñado tantas cosas. Antes detestaba mucho el pasado que traíamos y de cómo nuestras decisiones habían marcado un camino tan espeso que era difícil dejar de pensar, casi imposible soltar. Hasta esa noche de jueves en la que sentí su alma de cerca por última vez.
Deben ser las bicicletas, las ciudades, las plantas, el café, las energías y las ganas de luchar incansablemente algunas de las cosas que nos conversan y entrelazan.
La noche de ese jueves se convirtió en la última mañana de marzo para nosotros.
Si un día ella llegara a leer esto le puedo asegurar que para aquel tiempo la promesa de dejarnos atrás estará cumplida.
Gracias por las aventuras.