En la multitud de ciudades bajo el desierto que encontramos. Una cripta que escondía entre sus misterios secos y llenos de arena seca, había esta inscripción:
«los días de verano comenzaron con sueños muy raros. Era un día de noviembre. Estaba deciendome a dónde, por fin, tatuarme. Y no iba al lugar ni con la persona que deseaba. La inscripción que me dejò se dividía en 2, un penacho grande, como el de alguna tribu nativa de América del Norte y el otro, un kanji japonés. Triste y a la vez desconcertado, quería regresar el tiempo. Pero cuando vi el desierto había terminando con todo. La tormenta de la que todos hablaban nos había alcanzado. La arena ya estaba aquí. Apiádate de nuestro silencio»
Se lo compartí al salón que estaba bajo las compuertas de navegación. Todos estábamos aterrados de miedo. Queríamos volver a casa.